Suele ser un gran error de los líderes inexpertos (entrenadores-capitanes) evaluar el trabajo de pretemporada con el mismo rigor que el de la competición. Para empezar, algo tan simple como lo que se juega en esos encuentros: nada. En segundo lugar, la inusitada efervescencia de buenos resultados que a la hora de la verdad no tienen un reflejo en liga.
Por ello, es labor del cuerpo técnico establecer una serie de parámetros de evolución para ser lo más objetivo posible y sobre todo, para saber en que sentido avanza el entramado técnico-táctico.
En mi cuerpo técnico nos encargamos de dividir las sesiones de trabajo buscando un objetivo (siempre basándonos en la táctica-modelo de juego). Ese es el elemento que tenemos que examinar, evaluar y concretar sobre su mejoría. Por ello da igual el resultado, puesto que se puede ganar y no hacer lo trabajado, o perder y haberlo hecho. Ser capaz de estar alejado del forofismo, mantener un estado anímico estable, alejarse de la negatividad, transmitir al plantel que la evaluación personal y grupal está sujeta a parámetros que pueden controlar son, a mi entender, caracteres de un gran líder. Mantener ese equilibrio durante la competición es el gran reto.
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